El valor del Subentendido
Por Vicente Verdú (Diario El País, SL)
Si amamos tanto la vida es porque resulta inexplicable, si se teme tanto a
la muerte es porque no la comprendemos. El núcleo de la cultura radica en el
malentendido o el entendido a medias. La electricidad permanece como la
invención quizás más radiante de todos los siglos por falta de un conocimiento
cabal sobre su naturaleza. Aunque sea duro y comprometido decirlo, la
transparencia, tan reclamada hoy, arrastra al fin de la cultura. O acaso el
final de todo.
El gran amor o la incurable animadversión se fundan en una ofuscación
intensa y de la que parte el extraordinario grado de su pasión. Igualmente, un
cuadro, un texto o un diseño mantendrán su máximo atractivo si no pueden
revelar su concepción por completo.
El malentendido en forma de subentendido (entendido por debajo) posee una
doble significación. Alude a lo que se cree entender sin haber sido captado con
nitidez o a lo que nos convence por la fascinación del resto que quedó
incomunicado. Es, sin más, la clave de la buena o de la buenísima poesía. No
somos capaces de mantener la comprensión a través de los versos y este desvío
del tubo lógico nos lleva a un paraje abierto en donde de repente todo se hace
diáfano y mediante un especial resplandor. Pero este resplandor no coincide,
desde luego, con una mejor visión del suceso sino precisamente con su golpe cegador.
En las religiones, los Mesías ganaron adeptos por millones enunciando
dogmas imposibles u obviedades desconcertantes como “Yo soy el que soy”. No
saber por completo qué ha querido decir el buen mesías y el filósofo en su
flamante discurrir o el músico en su turbadora emisión convierten la pieza en
objeto de culto siendo “lo culto” parte inseparable de “lo oculto”.
Si la cultura la vemos amenazada alguna vez es, debe asumirse, por causa de
su barata divulgación. La extrema obsesión por hacerse entender por todos
convierte la comunicación en una simpleza. De hecho, aún en el peor de los
males, esta Crisis económica es grande porque nunca se entendió bien.
El lento cine de autor que veíamos en los años sesenta era más memorable
que las actuales películas de acción por el hecho de que en las actuales no hay
nada que entender y en las otras, la propia confusión de autor y público,
enaltecía el impacto. Lo explicable o lo explicado queda encerrado en una jaula
de hierro mientras que la libertad tiene que ver con lo indefinido. Sin más, la
revelación posee dos consecuencias: bien nos destapa lo encubierto o bien, como
en la fotografía, llega a velárnoslo todo.
Los inventores, los innovadores, los emprendedores, los conquistadores
nacieron en los entresijos de lo relativamente cierto. Es decir, en los filos
de varias incertidumbres que, como pliegues de la época, se abrían a otros
conocimientos. Los programas de televisión demasiado explicativos como Aquí
la Tierra tienen los días contados mientras que otros como Sálvame
han cumplido cinco años con cuatro horas diarias de emisión infernal. Lo
ambiguo nos divierte y alimenta pero lo inequívoco nos aburre y envenena.
Pinturas, textos, fotos, danzas son encantadoras gracias a que guardan su
secreto. Un secreto para ellas mismas y los demás, puesto que el arte en primer lugar y la vida
en cualquier ámbito solo pervive gracias a la parcial cinta de muerte que la
merodea.
ACTIVIDAD:
1.
Leer
el texto y expresar una opinión personal, relacionándolo con la lectura del texto sobre la filosofía de
Schopenhauer.
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